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27/05/2025El pasado miércoles 21 de mayo, justo un año después de presentar su álbum debut ¿A DÓNDE VAIS? (Vida Records, 2024), David Menéndez, actor, cantante y creador escénico, con su alter ego artístico Boye, y de la mano de Vida Records & Friends, ofreció un concierto en la sala La Nau, arropado literalmente de toda su familia, la de sangre, pero también la del alma, la escogida. La mayoría de los asistentes eran caras afines al cantante barcelonés, todos dispuestos a disfrutar del encuentro familiar que se celebraba en casa. Había muchas sonrisas de oreja a oreja. Se palpaba amor y orgullo por este divertimento vital y creativo que está resultando ser Boye, un proyecto musical y artístico inclasificable, que también alimentan Arnau Vallvé, Roger Pi y Juju Grove. Y que, de momento, está andando a buen paso.
Boye engancha porque genera una energía potente y desbordante que llega con rapidez al público, con su carisma, con sus temas irreverentes y eclécticos, popurrí de géneros musicales, donde el rap bien versado se entremezcla con el Hip Hop, con el Funk y la Electrónica, pero también con las coplas, coplillas, fandangos, folclore y rumba, todo ello sostenido muchas veces por un bajo rockero. Canciones de las que es imposible no bailar saltando y cantar gritando, en un intento de redimir y exhalar el desconsuelo acumulado en la mochila, como buenos mochileros que somos. Boye nos regala temas repletos de escenas cotidianas enmascarando angustias vitales que, al fin y al cabo, no solo le pertenecen, sino que son las de todos.
El inicio del concierto se hizo esperar, con casi quince minutos de retraso, quizá debido a un sold out que se fue materializando en los últimos minutos, pero no podía faltar nadie a la fiesta. David lo compensó con creces, con sus tablas en el escenario (se nota su trayectoria actoral y multidisciplinar), con su calidad vocal, y ofreciendo un repaso de las canciones más icónicas del álbum, incluyendo también otros temas anteriores, y resultando ser un recorrido por su trabajo musical, desde que en el 2021 lanzó su primer EP ‘Boye, te queremos, pero no eres nadie’.
El hit “Vamos a trabajar” fue el encargado de introducir la noche, subiendo la energía colectiva al instante, un homenaje al querido Pepe Rubianes y a su monólogo “Vamos a trabajar”, donde soltaba la frase “¿A dónde vais con esa marcha matinera?”, añadido al tema de manera entrañable con un sampler. Una canción con una letra que, aunque cómica e irónica, es una crítica a la sociedad actual que nos esclaviza con trabajos precarios y sin sentido. Le siguieron “Sexo y sopa”, “Mi casa” que aborda de nuevo la precariedad, esta vez de la vivienda, y “Chocotetas”, donde el bajo tiene momentos de motor brutales, con los que Juju nos deleitó con su increíble flow natural. El tema nos habla de las diferentes facetas de Boye que, precisamente, generan confusión por ser inclasificable su estilo: “Y canto porque hablando no me entiendes / Bailo porque hablando no me entiendes / Escribo porque hablando no me entiendes / Y canto, bailo, escribo porque al fin así me entiendes”.
No podía faltar el tema “Mochilas”, de sonoridad naïf que, a modo de terapia psicológica, nos invita a aceptar y a liberar nuestros traumas acumulados a lo largo de los años, y que arrastramos con nosotros a modo de piedras en una mochila vital. Le siguió otro gran tema, “Peter Pan”, que nos habla de la euforia y el desconsuelo, a partes iguales, que ofrece la vida adulta, “Todos somos niños; síndrome de Peter Pan”. Con “El Percebeiro”, David pidió que cerráramos los ojos para poder disfrutar más si cabe, de su potente y cálida voz desnuda, en un despliegue de calidad vocal a capela que nos transportó al folclore gallego. El vello erizado. Fue un momento de conexión íntima con el público, escuchando en absoluto silencio. Con el bonito fandango de el “Mirlo y la mariposa” todo se llenó de azul cian, y con “Lo siento mi amor”, donde versiona a Rocío Jurado, ataviado con un albornoz y una toalla en la cabeza, volvieron a subir las revoluciones hasta explosionar con el siguiente tema, “Hemos venido a jugar”, en colaboración con “Habla de mi en Presente”, unos invitados sorpresa de lujo. Era el clímax de una fiesta entre amigos, todos los presentes cantando y saltando cada ritmo y letra, todos fusionados en uno.
Les siguió la canción “Que se queme la danza”, un tema ambicioso, producido por Raul Refree, que entrelaza electrónica y folclore con la poética de Federico Garcia Lorca. El ambiente acabó de estallar con “Na”, donde se repite la idea de que Boye no sabe nada, alegando a la ignorancia que, en realidad, todos compartimos de la vida y de nosotros mismos, y de lo perdidos que andamos siempre.
El broche al concierto lo puso “Vene Vidi Vici”, otro hit del álbum que no podía faltar, y que hizo que el final de la velada fuera apoteósico. Un tema solemne, con un inicio de voces armoniosas, mas propias de un oratorio, pero que rápidamente penetra en el cuerpo a ritmo electrónico, mientras David nos cuenta una historia plagada de mitología griega y de desolación humana, pero con suficiente fuerza y lucidez como para seguir adelante, “Me digo David, ¿Qué hacemos, amigo? / ¿Te vas a la mierda o te vienes conmigo?”. En este estado de embriaguez emocional, el cantante bajó del escenario para darse un baño de masa, compartiendo aliento y sudor con los asistentes, que estaban totalmente entregados al artista, cantando al unísono “Este lio no lo vi venir / vida hay una y la pienso vivir”.
El proyecto de Boye resulta interesante porque es ambicioso pero humilde y sincero a la vez, ecléctico, diferente, divertido y crítico, pero también es profundo y filosófico. Boye resulta ser un personaje creativo, elaborado con calidad musical, intelectual y artística, que no es poco. Y, además, estos tres músicos se lo pasan bien en el escenario, y esa buena energía transciende al público, que lo vive con la misma emoción. Todos contentos. Así que, a pesar del sinsentido humano perpetuo, salimos de La Nau un poco descomprimidos de penas y con un irónico optimismo renovado. No dejemos de jugar nunca.
Autora de la crónica

Nur Ribas
Desde pequeña y de manera intuitiva, me ha interesado el acto de capturar momentos y conservarlos, para que no desaparezcan. Estudié Historia del arte, conservación de archivos fotográficos y música, pero es al fotografiar conciertos y artes escénicas cuando siento una felicidad más genuina. Las artes nos alimentan y con ellas ¡resistimos!