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09/10/2018Nuestra historia de hoy empieza en la cola de espera del concierto de Toots & The Maytals, el pasado día 3 de octubre en la sala Apolo, con el motivo del estreno en cines de la película Black Is Beltza.
Nos encontramos en la cola de entrada, dado que mis dos compañeros de aventuras se tienen que comprar la entrada. Mientras nos preguntamos cuanto se va a eternizar la espera, se nos acerca un hombre de mediana edad con dos papeles y nos regala uno de ellos, diciéndonos que es una entrada, que al final sólo va a necesitar una. Nosotros no hacemos preguntas, miramos que tenga pinta de ser verdadera, nos la guardamos y adentro.
Llegamos a una sala prácticamente vacía, prácticamente una hora antes de que empiece el show, así que nos vamos a la zona de fumadores a hacernos nuestro buen bocadillo vegetal, como bien dice la tradición.
Pasamos el rato contándonos anécdotas que nos han pasado en eventos musicales, a cada cual más bestia, dado que se podría decir que acabo de conocer a uno de mis acompañantes. Hay que dar buena imagen.
Subimos a eso de las 9:30 para no perdernos el principio, y yo, que recordaba muy bien el nivel vocal de Toots Hibbert, tenía ganas de ver a cuantos metros del micrófono se ponía. Salieron un poquitín impuntuales, y el público se impacientaba sobremanera, silbando y gritando. Al final acabaron apareciendo veinte minutos después, saludando a un público que empezaba a temer la cancelación del evento o el adelanto de la actuación de Fermín Muguruza, que tocaba después (pero ya adelanto que no me quedé a verle, porque empezó con 40 minutos de retraso).
Nada más salir, Toots pegó un buen grito que hizo retumbar toda la sala, efectivamente, con el micro prácticamente a la altura de la cintura y separado de él más o menos un metro.
Entonces es cuando empezó el chaca chaca del reggae y se hizo la luz.
Durante las dos horas largas que duró se escucharon temas míticos, “Pressure Drop” llegó de los primeros entre otros, así como “Funky Kingston” y “54-46 Was My Number”, este último dedicado a un preso del cual no sabemos el nombre, ya que va cambiando con el tiempo. Está basado en las vivencias de Toots Hibbert en prisión entre 1967 y 1968 por posesión de marihuana, en la que vistió el número 5446, y que ahora mismo lo debe tener otra persona. Sería interesante saber quién.
Algo que no me esperaba en absoluto es descubrir que las mejores baladas no las hacen los roqueros, si no los rastafaris. “A Song Called Marley” es un canto a la amistad que unía a Toots Hibbert, Bob Marley, Peter Tosh y Bunny Wailer cuando no eran más que unos críos tocando la guitarra en Trenchtown rodeados por el crimen. Debemos recordar que a Peter Tosh le asesinaron en 1987 en su casa.
Tampoco dejaron pasar la ocasión para tocar “Bam Bam”, que no acabo de entender si es un cover de este otro Bam Bam de Sister Nancy o es un tema creado enteramente por ellos. Sea como sea, se notaba perfectamente de donde viene Hibbert, de los coros vocales de Gospel de Jamaica.
También se dejó sonar un cover de “Take Me Home” de John Denver, gran clásico que todos hemos escuchado en algún momento de nuestras vidas.
En eso que Hibbert se puso a saludar a todos y cada uno de los presentes en primera fila sin dejarse a ninguno. A ninguno. Tres veces. Y cuando el concierto ya estaba por terminar, se puso a repartir botellas de agua entre los presentes, buen conocedor del bochorno que se suele vivir en este tipo de espacios cerrados.
Realmente, por mucho que empezara tarde, no nos podemos quejar en absoluto. Frederick “Toots” Hibbert tiene 75 añazos y sigue pareciendo que tenga 50 (podéis comprobarlo en las fotos). ¿Por qué será? Tengo mi teoría, pero no es publicable.