
Una noche con Quevedo: cuando el verano se resiste a terminar
13/09/2025Enrique Bunbury volvió a brillar el pasado jueves 18 de septiembre en el Palau Sant Jordi con su gira “El Huracán Ambulante” tras más de ocho años sin pisar Barcelona. Destacar de manera especial y conmovedora que lo realizó reuniendo a la banda original, para revivir aquella etapa fundacional que definió su carrera a finales de los 90 y comienzos de los 2000.
El encuentro tuvo, además, un sabor especial. En este 2025 se cumplen veinte años desde que los miembros de “Huracán Ambulante” acompañaron al cantante aragonés en su primera gran aventura en solitario. El recuerdo de aquella etapa resonó en las mentes y corazones de muchos, aunque Bunbury se encargó de demostrar que su trayectoria no vive únicamente de la nostalgia, sino de una constante reinvención.
Nada más entrar en el Sant Jordi, pudimos avistar que la escenografía iba a tener un papel fundamental en el show que íbamos a presenciar. Se inspiró con fuerza en lo cinematográfico, evocando esa mezcla de teatro, circo y cabaret con un espectáculo visual que podría recordar al mismo Fellini: un telón rojo como tema principal, proyecciones visuales y luces que combinaban el dramatismo con la festividad según requería del momento. Bunbury construyó un imaginario muy potente. Desde el primer acorde, la atmósfera fue diseñada para atrapar al espectador en un universo paralelo. No era un simple concierto: era una representación donde cada gesto, cada luz y cada nota estaban pensados para amplificar la experiencia sensorial.
Enrique, por su parte, apareció vestido con un traje rojo, detalles flamígeros en los bajos de sus pantalones, cruz en la espalda y gafas oscuras; no era solo el músico sobre el escenario, sino una presencia teatral, magnética y emotiva. Lo había organizado de manera impecable para integrarse en la escenografía, transformando el concierto en algo más que un recital: una experiencia que fluctuaba entre la fuerza del rock, la fusión de diferentes géneros musicales y la grandiosidad de la puesta en escena.
Pero si algo define a Enrique Bunbury es su condición de showman total. Sus movimientos, cargados de teatralidad, sus bailes y sus gestos calculados, convirtieron cada canción en una pequeña obra escénica. No hubo espacio para la pausa ni para la indiferencia: durante algo más de dos horas, mantuvo el control absoluto del escenario y, al mismo tiempo, se mostró cercano y cómplice con su público que lo ovacionaba.
El repertorio fue generoso combinando temas míticos y queridos del público como “Big Bang”, “El club de los imposibles” o “Lady Blue”, mezclados con cortes de su disco más reciente, “Cuentas Pendientes”, como “Te Puedes a Todo Acostumbrar” o “Para Llegar Hasta Aquí”. La noche osciló entre grandes momentos de euforia y pasajes más sentimentales. El protagonismo instrumental lo compartieron su inconfundible voz, poderosa e impecable y la riqueza sonora de los vientos y cuerdas que aportaron dramatismo y sutileza a partes iguales.
Mi osadía particular a la hora de definir a “El Huracán Ambulante” como que ya no la veo como una banda, ni como una gira, ni siquiera un recuerdo: es una forma de resistencia contra el olvido, un estandarte de belleza audiovisual en tiempos de ruido. Bunbury sigue habitando un lugar único en la música en español, donde conviven la teatralidad, la poesía y el rock fusionado con otros ritmos y géneros. Enrique Bunbury conserva intacta esa rara capacidad de convertir un concierto en experiencia única recordando que, mientras él siga al frente de la tormenta, siempre habrá un huracán dispuesto a arrasar con todo.