Nightwish de vuelta en Barcelona el próximo 1 de diciembre
26/11/2018A los pies de Dorian y Justicia Universal
27/11/2018Hará como unos 5 largos años que conozco a Elvis Perkins. Ni siquiera recuerdo como le descubrí, puede que fuera con aquella emisora de radio llamada Rac105, que en aquél entonces, retransmitía buena música. Ha ido decayendo con el tiempo.
Lógicamente, en cuanto me enteré de que Perkins venía a Razz3 me apunté sin dudarlo un momento. Llegué allí justo para ver salir al músico acompañado de su séquito, un saxofonista, un teclista, un batería y una bajista que a su vez tocaba un instrumento tremendamente raro del que hablaremos un poco más adelante.
Cuál fue la sorpresa al encontrarme con un foco blanco apuntándo directamente a la cara del músico (y dejando a sus colegas con una penumbra roja y oscura que invitaba sólo a hacerle fotos a Perkins. Sí, esta vez estaba en calidad de redactor y fotógrafo.
El día anterior había estado en Apolo, para ver a Femi Kuti (cubrí para FreeWorld) y me esperaba algo tranquilito esta vez, alejado de la vibra rasta que suelo respirar estando de concierto así como de la vibra afrobeat. Pues os vais a reír.
Si bien el bueno de Perkins empezó el concierto a saco al más puro estilo Bob Dylan, guitarra en mano y harmónica en boca, sin dar cuartel, con un tema que he sido incapaz de descifrar del tracklist (porque él, muy inteligente, lo tenía en clave) que os dejo en la galería de fotos, rápidamente denotó algunos ritmos que se acercaban peligrosamente a Jamaica, hasta que, al final, sucumbió del todo, y se marcó una canción del género que me dejó flipando.
Es decir, después de quizá 15 conciertos seguidos cubriendo reggae, me esperaba no cubrirlo esta vez, pero, oh sorpresa, o estoy bendito o estoy maldito, una de dos. Que, oye, tampoco es que sea precisamente malo.
Pero esta no iba a ser la única sorpresa (a parte de un solo del saxofonista que nos dejó a las 70 personas que debíamos estar allí sin aliento), ya que después de tocar algunos temas como puedan ser «It’s Only Me» o «Ash Wednesday«, fue poseído por Pink Floyd, o Funkadelic, o lo que sea que prefiráis, y llegó el momento de la psicodelia extrema.
Sea como sea, no olvidó sus clásicos y hacia la mitad del concierto tocó su grandísimo «Chains Chains Chains«, la primera de sus canciones que llegó a mi hace ya tanto tiempo. No es mi tema favorito de su discografía, pero está en el top 5 sin duda alguna.
Lo que me empezaba a quedar claro es que este músico merece más la pena verle en directo que no escuchar sus grabaciones. Digitalmente hablando puede ser épico, sí, pero en directo llega a la estratosfera y la sobrepasa de lejos.
El momento Shampoo también acabó llegando, la que vale su peso en oro, pero también tiene su peso en dolor, y ni siquiera sabe como. Y así se cerró el concierto antes de los bises. La canción que me ha acompañado en tantos lugares, en tantos viajes, en tanto todo, quién me iba a decir a mi que la acabaría escuchando en directo algún día.
Todos hacia el backstage y a los minutos volvieron a salir para tocar los dos últimos temas, el último de ellos, llamado «While You Were Sleeping«, que me da la sensación que está dedicada a alguien que ya abandonó nuestro mundo, pero tampoco os lo puedo asegurar.
Todos adentro del backstage otra vez, ya para no volver a salir, retirada definitiva. Ví como una chica del público se arrastraba de cualquier forma imaginable excepto discretamente para llevarse el tracklist y me fui de allí.
Salí de la sala, saqué mi «bocadillo» de post-concierto, y me fui al metro mientras dos chicas más jóvenes que yo (me hago viejo, tengo 22 ya y sumando), comentaban las jugadas del concierto de The Cat Empire que había tenido lugar a la vez justo al lado, en Razz1.