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08/11/2024El mes de octubre es un mes muy bullicioso en la ciudad de Barcelona. Se dan muchas citas musicales a la vez, con las ediciones de diversos festivales ya consolidados, y los inicios de las temporadas de las promotoras y salas habituales de la ciudad. Una de estas citas es el “Festival Ciutat Flamenco de Barcelona”, que tiene un largo recorrido, siendo ésta la edición número 31. Un encuentro imprescindible para los amantes del flamenco, dónde durante 10 días se puede disfrutar de dicho género en sus diferentes formas de expresión, también la educativa, desde la incorporación en 2019 del Congreso de Flamencología y Pedagogía Flamenca dentro de la programación del festival.
El Festival empezó su andadura en 1993 con el nombre de “Flamenco Ciutat Vella”, y en el 2012 se rebautizó con el nombre actual. Da respuesta a la necesidad de reivindicar el flamenco en una ciudad que, a lo largo de la historia, ha sido testigo de acontecimientos importantes que han marcado la historia del género, así como también ha sido una expresión cultural de las gentes andaluzas que vinieron buscando un mejor presente y futuro. Que en la ciudad condal se vive el flamenco desde hace lustros es un hecho, y que la evolución del género no hubiera sido la misma sin esta vida en Barcelona, también.
Cada año el Festival presenta talentos emergentes junto a artistas consagrados, y una de estas propuestas fue la presentación del espectáculo “Florecer” de la Cia. Flamenca de Inés Rubio, en el Centre Artesà Tradicionàrius de Gracia. Un espectáculo dirigido y compuesto musicalmente por Antonio Santiago, el Ñoño, guitarrista de Farruquito, que acompañaba en esta ocasión a la consolidada bailaora Inés Rubio en la guitarra. También la acompañaban en el cante y a las palmas el jerezano Juan de la María y el barcelonés Luis de la Fefa, y en las percusiones Paco de Mode.
“Florecer” es un espectáculo que nace del hondo del alma de Inés Rubio, de la necesidad de expresarse libremente a través del baile, desde el respeto por la tradición, pero con su propia manera de ser y de vivirlo. Como un clavel al florecer en el punto más sublime de su existencia, el espectáculo es la culminación de un proceso personal, de un camino recorrido con esfuerzo hacia un modo de vida. Un camino que no fue fácil, lleno de dificultades, pero que ha sido caminado con determinación, honestidad y sentimiento, hasta llegar a lo que es en la actualidad, una de las bailaoras nacionales con mayor recorrido en el ámbito estatal e internacional. La bailaora reusenca es un torbellino de energía en el escenario, tiene la fuerza y el desgarro de quien ha luchado por lo que más anhela.
Con los primeros acordes y zapateados, se auguraba un espectáculo de belleza clásica. Ella misma ha reconocido que se identifica con el flamenco antiguo, el de raíz, pero que baila siempre lo que siente, a su manera. A un lado del escenario, un espacio reservado con varias perchas y una silla, a modo de attrezzo decorativo, con algunos vestidos que la bailaora utilizará en el transcurso de las escenas que se irán sucediendo, entre tangos, bulerías y soleás, impecablemente ejecutadas, y no sólo a lo que se refiere el baile. También a la elegante guitarra de Antonio Santiago, el Ñoño, y de lo profundo del cante de Juan de la María, que con su quejío erizaba el alma.
También de las percusiones de Paco de Mode, aunque no pudieron lucir todo lo que hubiera sido de esperar, debido a problemas técnicos con el sonido. Y no sólo con el sonido de la percusión hubo algún contratiempo, también el cantaor Juan de la María, en los últimos temas del concierto, tuvo que lidiar con desagradables interferencias que producía su micrófono. Al final, el cantaor, y para alivio del público, pidió que le apagaran el micro. Un desagradable infortunio que deslució un poco el espectáculo en general, pero que no redujo para nada la entrega, el sentimiento y la fuerza de unos músicos y una bailaora de gran nivel artístico. Sin duda alguna, fue una bella velada rebosante de calidad y poderío flamenco.