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29/04/2025Existen noches que uno sabe que van a quedarse para siempre en nuestras memorias, y la vivida el pasado viernes 25 en el Palau de la Música Catalana fue una de ellas. Morgan volvió a Barcelona y no solo presentó su nuevo disco, Hotel Morgan: construyó, canción a canción, un refugio íntimo y vibrante donde todo el público quiso quedarse a vivir.
Morgan es una de las bandas más destacadas del panorama musical español de los últimos años. Nacidos en Madrid en 2012 y liderados por la poderosa voz y el carisma de Carolina de Juan, más conocida como Nina, el grupo ha sabido labrarse un nombre propio gracias a su mezcla elegante de soul, pop, rock y pinceladas de folk, siempre con letras honestas y una sensibilidad muy especial.
Con tres álbumes previos a sus espaldas, Morgan acaba de lanzar su esperado cuarto disco de estudio, titulado “Hotel Morgan”. Este nuevo trabajo representa un paso adelante en su sonido, más maduro y variado, y es el hilo conductor de su actual gira, que les está llevando por escenarios emblemáticos de toda España.
El concierto empezó de la forma más inesperada y hermosa posible: Nina, junto al resto de la banda, caminando entre nosotros, apareciendo desde el fondo de la platea lentamente hasta llegar al pie del escenario, armados solo con guitarra y voz interpretando “Arena”. Desde ese primer instante, supimos que no iba a ser un concierto más, fue una brillante manera de empezar a construir lo que sería un viaje emocional de casi dos horas cargado de sensibilidad, intensidad y buena música.
Morgan fue desplegando un repertorio que mezclaba las canciones recién salidas de su nuevo álbum donde destacaron temas como “Error 406”, “El Jimador”, “Pyra”, “Cruel” y “Radio” con esos himnos que ya forman parte de nuestras vidas como “Another Road”, “River”, “Sargento de Hierro” o “Volver”, en un perfecto equilibrio sutil entre lo fresco y lo ya amado. Nina se mostró cercana, agradecida, y especialmente emocionada por volver a “un lugar tan mágico”. En todo momento se movió entre el piano y el centro del escenario acompañada por una banda de grandes músicos que brilla con luz propia.
Con una puesta en escena elegante y sencilla (pero eficaz), el concierto fue creciendo poco a poco en intensidad. La voz de Nina, entre el susurro y el grito, se abría paso entre los arpegios de guitarra, el juego de luces, los teclados y la emoción que se palpaba en el aire. Cada pequeño detalle estaba cuidado: desde la pandereta que acompañaba a Nina en los momentos más juguetones de la noche hasta la presentación de los músicos que la acompañan en esta nueva etapa que aportan aún más cercanía y calidad al proyecto.
Cuando parecía que la energía iba a desbordarlo todo, llegaron instantes de recogimiento: canciones tranquilas, ovaciones interminables, el Palau convertido en un coro silencioso de admiración. Pero Morgan siempre sabe cuándo volver a apretar el acelerador y así lo hicieron, dejando la sensación de que nos habíamos subido a una montaña rusa emocional perfecta.
La despedida llegó entre risas, con una Nina bromeando sobre “irse ya” pero regalándonos un tramo final que fue pura magia: ella sola al piano bajo una lámpara de candil, “Volver” resonando en cada rincón del Palau, hasta que el resto de la banda regresó encima del escenario para interpretar los últimos temas de la noche y donde nos volvimos a emocionar con esa hermosa canción como es “Sargento de Hierro” dentro de una velada que asomaba a su fin pero, que nadie quería decir adiós.
Lo que Morgan ofreció en Barcelona no fue solo música. Fue un espacio emocional compartido, nos invitó a entrar en una habitación abierta de su particular hotel sonoro, donde cada asistente encontró un rincón al que volver.