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21/10/2024La noche del pasado viernes, el Palau de la Música Catalana fue escenario de una velada flamenca inolvidable con Israel Fernández que brilló como un faro de pasión y duende. A su lado, el inconfundible toque de Diego del Morao, insignia viva de una de las más influyentes estirpes de guitarristas jerezanos, se convirtió en cómplice de un viaje íntimo que nos llevó por los recovecos del alma flamenca. Desde el primer compás, el público, que llenaba el templo barcelonés, se rindió con una entrega total desde el primer momento.
Israel Fernández es un cantaor, compositor y músico de flamenco. Natural de Corral de Almaguer y con una herencia gitana que le corre por las venas, Israel es un canto a la tradición, un espíritu que se aferra a sus raíces y que se deja llevar por el fuego del cante. Como él mismo dijo en una entrevista, “no sabe exactamente cuándo nació, si en 1989 o 1990; su única certeza es la raíz a la que permanece arraigado”.
El concierto comenzó con un Israel Fernández emotivo y sincero, quien se dirigió al público prometiendo que cantaría "con el corazón, humildad, respeto y verdad". Desde el primer quejío, la conexión fue palpable, y el silencio reverente de la audiencia en los momentos más solemnes fue seguido de ovaciones ensordecedoras tras cada cante. La noche se inauguró con la soleá ‘Como Yo Te Quiero’ que dice “cuando se murió mi madre, con mi pañuelo tape su cara”, evocando un profundo sentido de duelo y nostalgia. Esta letra pertenece a la tradición flamenca y se ha interpretado en diversos palos, como la soleá o la caña, con ligeras variaciones.
El toque magistral de Diego del Morao, otro de los titanes del flamenco, hizo que el público contuviera la respiración. Israel, siempre agradecido, lo describió como "un regalo del cielo", un compadre que ilumina el escenario. El guitarrista jerezano dejo claro por qué es uno de los grandes del flamenco, regalando un solo que hizo vibrar a todos los presentes. “Es un privilegio estar en el templo de la música, en su Barcelona, donde me siento querido”, expresó, y esas palabras resonaron en el templo.
A medida que la actuación avanzaba, la atmósfera se tornó casi mística. Israel cantó una granaína en solitario, transportando al público a un mundo donde el tiempo se detenía. A continuación, interpretó la malagueña “La Casa Pequeña”, donde el amor se convertía en el eje central, y la solemnidad se hizo aún más intensa con la “Seguiriya del Desvelo”, un palo que supo reflejar el lamento y la lucha flamenca.
Las bulerías del gitano manchego trajeron un soplo de alegría y ritmo, leventando a su gente de los asientos. Con ‘Platero’, Israel se convirtió en el duende mismo: “Platero, platero, platero. Yo vi grabar en un platero sus finos metales y el querer más verdadero ni los amigos cabales no se compran con dinero”. La magia de su voz y su carisma mantenían viva la tradición, pero siempre con un toque personal que lo hace inconfundible. Entre bulería y bulería, no dudó en honrar esas reuniones que llevan la impronta de los suyos con “Caminos y Veredas”, una hermosa oda a la vida comunitaria y esos lazos que hacen de cada día un tesoro.
Con “Fiesta”, Israel caló hondo en el público: “Fui a robarle y me robó. Los ojitos de su cara son más ladrones que yo.” Cada frase, cada nota, eran un abrazo cálido que envolvía el alma.
El concierto se acercaba a su fin, pero no sin antes cantar por fandangos con ‘ La Tuya Y La Mía’. Después, compartió anécdotas que arrancaron sonrisas y aplausos, dejando claro que su conexión con el público va mucho más allá de las letras y el compás; es un diálogo íntimo, un abrazo sonoro.
La velada concluyó con la sensación de haber sido testigos de algo verdaderamente único. Israel Fernández, con su voz y su arte, demostró ser un artista en plenitud, un heredero de la tradición flamenca que, a su vez, aporta una frescura y autenticidad que lo hacen brillar. Junto a Diego del Morao, con quien comparte una complicidad mágica, la noche en el Palau de la Música Catalana se convirtió en un hito en el flamenco, con cante jondo y pureza que quedarán grabados en el corazón de todos los que aman y respetan el flamenco.
El cantaor manchego, punta de lanza de su generación, ¡nos quitó el sentío!