
Divorce, eclecticismo mágico en una caja de música
05/05/2025
Foto - Christian Bertrand
En el marco de su gira europea "Spring Tour 2025 – No Hit Left Behind", los galeses Stereophonics volvieron a demostrar por qué siguen siendo una de las bandas británicas más sólidas de las últimas décadas. Con más de 25 años de trayectoria, Kelly Jones y compañía aterrizaron en la Sala Razzmatazz de Barcelona el pasado lunes 12 de mayo, en una cita que, sin alcanzar la histeria de otras giras, se convirtió en una velada para los fieles, para los que han crecido con su música y no necesitan artificios para disfrutarla.
Con una puntualidad británica, el concierto arrancó a las 20:30 en punto, tal y como marcaba el cartel. Desde los primeros acordes de "Vegas two times", quedó claro que la noche estaría marcada por una mezcla equilibrada entre material reciente y clásicos imperecederos. Lo que llamó la atención de inmediato fue el perfil del público: mayoritariamente extranjero y de una franja de edad que rondaba los 50 años, una generación que, lejos de vivir la experiencia a través de la pantalla del móvil, optó por saborear el concierto con los cinco sentidos, sin apenas levantar un teléfono. Un detalle que hoy día se agradece y que ofreció una atmósfera más auténtica y centrada en la música.
La banda desgranó un setlist generoso de 20 canciones, comenzando con fuerza y sin apenas pausas en los primeros compases: de los primeros temas destacaron “I Wanna Get Lost With You”, "Do Ya Feel My Love?”, y la siempre celebrada "Have a Nice Day", donde el grupo se permitió una licencia especial al modificar la letra para incluir a Barcelona, detalle que arrancó una sonrisa a los presentes.
Pese a que el público se mostró bastante frío durante buena parte del show, temas como "Just Looking", "Maybe Tomorrow", "Mr. Writer" o la inevitable "Dakota" consiguieron generar oleadas de nostalgia y aplausos. Un poco antes de llegar al ecuador del concierto, Jones hizo una pausa para dirigir unas palabras al público, animando a todos a dejar los problemas fuera de la sala y dejarse llevar por la música, como herramienta para desconectar y reconectar con uno mismo.
Musicalmente, el grupo sonó sólido y compacto. Llamó la atención la constante rotación de guitarras, prácticamente en cada canción, y los momentos en los que otros músicos de la banda tomaron protagonismo, como un solo de saxo inesperado, pero muy aplaudido incluido en el tema “Geronimo”, o un solo de batería que permitió al baterista brillar con luz propia, teniendo en cuenta que la mayoría del repertorio de la banda se basa en ritmos a medio tiempo, combinando batería acústica con electrónica según lo exige el tema.
Tras una hora y media de concierto, y con la interpretación del clásico "A Thousand Trees", la banda hizo un breve receso. El regreso fue curioso: abrieron con apenas 15 segundos de "Back In Black" de AC/DC, una especie de guiño travieso que dejó al público con ganas de más. Sin embargo, lo más anecdótico llegó con "C’est la vie", que intentaron tocar dos veces sin éxito: Kelly Jones se detuvo en ambas ocasiones justo en el estribillo, entre risas, sin poder continuar. ¿Olvido de la letra? ¿Problemas de tono? Nunca lo sabremos, pero el momento fue recibido con humor y cercanía por parte del público.
Como no podía ser de otra manera, cerraron con "Dakota", su tema más icónico, que logró por fin caldear al público hasta el clímax. Fue el broche perfecto a una noche donde, pese a la frialdad inicial del ambiente, la profesionalidad y el repertorio de Stereophonics demostraron que el rock británico de estadio también sabe brillar en salas más íntimas.