
Sónar de Día: última edición en Montjuïc marcada por arte, protesta y tensión financiera
20/06/2025Barcelona, noche de verano. Calor espeso desde que se esconde el sol. Las primeras luces del Festival Alma ya bailan sobre las fachadas del Poble Espanyol, mientras la gente va entrando con una mezcla de calma y expectación. Empieza festival Alma, y abrirla con Wilco ya es una declaración de intenciones.
Yo estoy, cámara en mano, intentando mantener el equilibrio entre la emoción y la concentración. En el foso —estrecho, tenso, literalmente un pasillo entre los bafles gigantes— compartimos espacio un puñado de fotógrafos. Nos la jugamos un poco para sacar la foto buena, mientras el aire vibra con las primeras notas de Company in My Back. Primer disparo. Primer nudo en la garganta....
Sin dar respiro, enlazan Evicted y Handshake Drugs. Son apenas los primeros diez minutos y ya tengo claro que esta noche no será como las demás. No es que haya visto a Wilco decenas de veces, pero sí las suficientes como para saber cuándo están inspirados. Ayer no solo lo estaban: estaban conectados entre ellos y con todo lo que pasaba a su alrededor. Como si el escenario del Alma les hubiese dado permiso para soltarlo todo.
Salgo del foso cuando termina el tercer tema y por fin puedo respirar un poco. Desde ahí ya solo me queda mirar, escuchar... y dejarme llevar.
Side With the Seeds suena oscura, casi ritual, mientras la luz va cayendo sobre Montjuïc. Es un momento bonito, con ese punto casi cinematográfico que tiene el Poble Espanyol cuando la música lo llena. Pero es con I Am Trying to Break Your Heart cuando todo empieza a vibrar distinto. Jeff Tweedy canta como si se le escapara algo por dentro. Esa fragilidad suya es brutal. La banda lo sigue, lo protege. Y entonces explotan todos a la vez y la canción se convierte en otra cosa. Más salvaje, más cruda.
Y lo que viene después, directamente me deja en shock: Via Chicago. No sé cómo explicarlo con justicia. La melodía es suave, casi amable. Pero debajo de eso, el caos. Baterías que van por libre, teclados que empujan al borde, cada músico en su universo. Y sin embargo, todo encaja. Tweedy canta como si no pasara nada, imperturbable, mientras detrás el mundo se descompone con precisión quirúrgica. Es una locura musical. Y es perfecta. Literalmente me explotó la cabeza. Solo quería escuchar. Piel de gallina total.
A partir de ahí, la cosa ya fue un viaje. One Wing, con su equilibrio tenso. Hummingbird, casi lúdica. Either Way, una joya que me abrazó en mitad de la multitud. Cada tema se sentía como una estación distinta dentro de un trayecto que no querías que terminara. Y algo que me sigue fascinando: cómo Wilco combina la emoción con la técnica sin parecer fríos. Cada uno sabe exactamente qué hacer, cuándo entrar, cuándo callar. Se colocan en línea, sin moverse mucho, pero desde ahí construyen algo enorme. Tweedy dirige sin levantar la voz. No hacen espectáculo, pero el espectáculo lo crean igual.
Sonaron también Meant to Be, el nuevo Annihilation —que el propio Tweedy dijo que podría haberlo escrito un niño de cuatro años—, y reliquias como Box Full of Letters, que nos devolvió a los años 90 en un instante. Todo sonó increíble. El sonido era nítido, envolvente, sin una fisura. A veces, incluso desde el escenario más pequeño, surge una grandeza inexplicable. Y ayer fue así.
Y claro, llegaron Jesus, etc. (todo el mundo coreando el “our love”), Impossible Germany con el solo eterno —y eterno placer— de Nels Cline, y un final apoteósico con Spiders (Kidsmoke), ese trance eléctrico que te deja sin aliento. Pero no se fueron sin regalarnos más: California Stars, Walken, y una fiesta final con I Got You (At the End of the Century) que fue puro subidón.
Salí del recinto con esa mezcla perfecta de agotamiento y plenitud. Como fotógrafo, me llevo imágenes y momentos. Como amante de la música, me llevo algo más difícil de guardar: el recuerdo de un concierto que fue humano, técnico, imprevisible y profundamente emocional.
Una noche donde el calor era real, pero también simbólico. Donde el verano empezó como debe empezar: con música honesta, arriesgada, de esa que te remueve sin necesidad de grandes palabras. De esa que no se escucha solo con los oídos, sino también con el Alma.
Wilco no necesita convencer a nadie. Pero el jueves, al menos a mí, me conquistaron de nuevo.